miércoles, 6 de octubre de 2010

CARLOTA RAMOS DE SANTOLAYA

Hoy ha sido mi primer día trabajando de lleno con los niños del colegio Carlota Ramos de Santolaya. Ha sido una jornada realmente bonita, me he sentido muy acogida por parte de profesores y alumnos y he podido compartir con ellos los temas que tenía preparados.
Como ayer que fui a conocerlos, estaban muy alborotados, hemos comenzado con unas dinámicas de comunicación para que sean conscientes de la necesidad de escuchar, ser escuchados, el respeto, la necesidad de saber expresarse bien... Hemos realizado una dinámica de grupo en la que ellos han roto con el ritmo y la monotonía de las clases y a mí me ha servido como herramienta para entrar bien en el grupo.
Ha sido muy enriquecedor y los alumnos, han superado mis expectativas sin lugar a dudas, porque se han comportado y participado de una manera espectacular. Además yo iba nerviosa, hasta que me he puesto delante del grupo, como siempre y ahora solo espero después de este día, que los conocimientos los interioricen y se quede ese pequeño poso que hace el aprendizaje realmente significativo. Ese pequeño poso, que es por lo que estoy aquí.

También ha surgido un pequeño problema en un aula. Palabras malas y duras (lisuras) hacia una niña de mi aula. Digo de mi aula, porque aunque voy moviendome por las diferentes clases, mi referencia es 5º A.
Alguien las ha escrito en los lavabos y puedes imaginar lo que eso significa. ¿Recuerdas cuando se metían contigo en el colegio, te herían tus compañeros, amigos, incluso hoy en día que somos más mayores, el daño que somos capaces de hacernos? Pues imaginaros la niña a la que iban dirigidas esas palabras. Ha venido el jefe de estudios y les ha echado su merecida reprimenda, para sacar al culpable, que evidentemente no ha aparecido. Justo después de este incómodo momento, me tocaba a mi dar mi clase, con mis dinámicas divertidas y llenas de valores.
En ese momento, he recordado un cuento que leí en un libro, un cuento de esos con moraleja que quienes me conocen, saben que me gustan mucho y que intento retenerlos en mi mente para casos como el de hoy. Me he tomado el tiempo de buscar contároslo, para que tú también te enriquezcas de estas enseñanzas para la vida.
He aquí, la improvisada clase que ha surgido hoy:

LAS GRIETAS DEL CARACTER

Había un niño que tenía muy mal carácter.
Un día su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma debería clavar un clavo en la cerca de atrás de la casa. El primer día el niño clavó 37 clavos en la cerca...
Pero poco a poco fue calmándose porque descubrió que era mucho más fácil controlar su carácter que clavar los clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día cuando el muchacho no perdió la calma para nada... y se lo dijo a su padre y entonces el papá le sugirió que por cada día que controlara su carácter debería sacar un clavo de la cerca.

Los días pasaron y el joven pudo finalmente decirle a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca... entonces el papá llevó de la mano a su hijo a la cerca de atrás... Mira hijo, has hecho bien... pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca... Ya la cerca nunca será la misma de antes...

Cuando dices o haces cosas con coraje, dejas una cicatriz como este agujero en la cerca... Es como meterle un cuchillo a alguien, aunque lo vuelvas a sacar la herida ya quedó hecha... No importa cuántas veces pidas disculpas, la herida está ahí... Una herida física es igual de grave que una herida verbal...

Los amigos, la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar... Ellos te sonríen y te animan a mejorar... Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte... Demuéstrales a tus amigos, familiares y personas especiales, cuánto los quieres, practica la tolerancia.

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